Vicente Monterroso de origen guatemalteco y la hondureña Amelia Bonilla de origen hondureño, tuvieron un hijo al que le pusieron por nombre: Augusto Monterros, aunque sus más allegados le decían “Tito”. Él nació el 21 de diciembre de 1921 en Tegucigalpa, Honduras. A pesar que su mamá era hondureña, pasó gran parte de su vida en Guatemala por la que opto por esta nacionalidad al llegar a la mayoría de edad. Monterroso se crió y educó en el seno de una familia muy liberal, en la que se leía y se frecuentaba a los intelectuales, artistas, toreros y músicos de la época, no sólo centroamericanos, sino también hispanoamericanos e incluso españoles.
Desde muy joven alternó la lectura de los clásicos de las lenguas española e inglesa con trabajos que le servían para contribuir al sostenimiento de su familia.
En septiembre de 1944, llegó como exiliado político a Ciudad de México, donde se estableció y donde desarrolló, prácticamente, toda su excepcional vida literaria.
Se le considera narrador y ensayista, empezó a publicar sus textos a partir de 1959, año en que se publica su primera edición de Obras completas (y otros cuentos), es aquí donde se comienza a observar los rasgos de su narrativa; una prosa concisa, breve, aparentemente sencilla pero que está llena de referencias cultas, así como el manejo de la parodia, caricatura y el humor negro.
Fue fundador de la revista literaria Acento, y la Asociación de artistas y escritores de Guatemala, conocida como la “Generación del 40”. Además escribió en el periódico El Imparcial, mientras trabajaba clandestinamente contra la dictadura de Jorge Ubico.
Obras completas (y otros cuentos), lo da a conocer internacionalmente sobre todo por el relato “El dinosaurio”, el más breve de la literatura hispanoamericana, y que ha suscitado hasta el día de hoy numerosos elogios y alabanzas, por la modestia y la humildad que caracterizaron la existencia del autor guatemalteco. Después, en 1969, La oveja negra (y demás fábulas), que lo catapulta al reconocimiento más amplio y definitivo.
Así, discretamente, Monterroso se fue haciendo un lugar más que respetable en las letras hispánicas. En la década de los noventa gana muchos premios y distinciones honoríficas. Lastimosamente fallece de un paro cardíaco el 7 de febrero de 2003 en México.
Es considerado como uno de los maestros de la mini-ficción abordando temáticas complejas y fascinantes, con una provocadora visión del mundo y una narrativa que deleita a los lectores más exigentes.
El libro “La vaca” es una recopilación de 20 ensayos muy breves que repasan temas literarios. Los ensayos son llenos de humor, imaginación, mostrando un exagerado amor por la paradoja y la ironía.
La vaca tampoco puede entenderse como un libro de “relatos”, pero son ensayos literarios que contienen rasgos próximos al cuento. No debemos considerarla como una obra “de ficción”, aunque trata específicamente de ella.
Los veinte ensayos poseen una entidad diversa, como por ejemplo “El otro Aleph” donde escribe un homenaje a Borges. Este homenaje a Borges permite manifestar, asimismo, algunas de las claves de este libro fundamentado, como el del maestro argentino, en lecturas.
En sus ensayos también podemos ver su opinión sobre el género cuento, ya que la mayoría de los ensayos se es evidente. En el ensayo “El árbol”, por ejemplo, nos da la clave que para salvar el género hay que disfrazarlo. Es por medio de esta que podemos escribir cuentos sin necesidad que sean infantiles.
Otro de los textos que más me llamo la atención fue “Memoria de Luis Cardoza y Aragón”. En este ensayo, finaliza con una confesión de Monterroso:
“Aquí tengo familia, tengo mujer y tengo hijos; y tengo amigos, cada vez menos, porque las amistades se desgastan, desaparecen o se van concentrando en unos pocos que, a su vez, empiezan a ver las cosas del mismo modo, es decir, con nostalgia, porque la vida está acabando y es mejor irse despidiendo en vida, sin decirlo, simplemente dejándose de ver, de llamar, de amar”. ¿Qué más puede uno decir, Tito, después de haber sufrido estas hermosas y definitivas líneas?
Cuando uno lee este libro, los ensayos son profundos, fáciles de entender y leer, atrapándote en la lectura. Monterroso escribe temas serios aunque en sus ensayos no lo pareciera. A las personas que les gusta leer literatura, estos “cuentos” son ideales.